Imborrable Boca, el legado

Entre el primer posteo el 16 de diciembre de 2008 y el último a mediados de 2015 pasaron seis años y medio. Toda una vida fue la que duró aquel blog que abrí una noche y le puse de nombre Imborrable Boca. ¿El motivo? Combatir lo que en aquel fin de año, a punto de dar una nueva vuelta olímpica, eran diez años seguidos de ver ganar a Boca todos los días. Hoy a la distancia, tal vez había algo de la angustia del niño rico que siente tristeza. Puede ser. Pero en ese momento tuve miedo de que tantas páginas de gloria barrieran de un plumazo una pila de recuerdos, no tan felices, pero que habían ayudado a forjar nuestra identidad.

Equivocado o no, elegí un norte y empecé a caminar. Fueron seis años y medio posteando regularmente sobre pases frustrados, partidos intrascendentes y jugadores olvidados. Siempre con el mismo objetivo. Ejercitar la memoria boquense.

En aquellos comienzos no tenía muy a mano las redes sociales como aliados para darme a conocer, así que inicié mi propia campaña de marketing a pura garra y corazón. Arrojaba papelitos con la dirección web del blog desde la platea alta, cada domingo que Boca jugaba de local. Un esfuerzo conmovedor. No me refiero a arrojar un puñado de papeles al aire sino a ver aquel Boca 2009/2010 y que no te sangren los ojos.

Durante aquella hermosa travesía de casi siete años pasó de todo en el blog. Empecé pidiéndole a la Virgen Desatanudos que me mande un seguidor y terminé recibiendo mails de gente que juntaba firmas para que el blog siga con vida. En el medio hubo asados multitudinarios de fin de año, merchandising en forma de remeras y hasta un grupo de gente que creó un grupo de Facebook paralelo para seguir por su cuenta y más detalladamente los debates sobre las pisadas del Flaco Dykstra.

Resistí la tentación de venderme a las grandes corporaciones y de clonar la idea en forma de franquicias para otros clubes. Supe de algo parecido con el club San Telmo y no pude más que sentirme orgulloso que hinchas de ese querido club, del que viví a dos cuadras de su sede, transiten ese mismo camino. El de mantener viva la memoria.

A medida que se viralizaban los posteos, hubo momentos de extrema confusión. Como aquel día que me bajaba de la línea B del subte y un padre y su hijo me reconocieron en el andén y me invitaron a almorzar al Banchero de Talcahuano y Corrientes para hablar un rato de Boca. Lo más llamativo de aquel curioso incidente fue que jamás aceptaron que pagara mi parte de la cuenta.

Como tampoco soy un santito aproveché el revoleo y me di dos grandes gustos. Escudado detrás del blog y con la excusa de llevar adelante reportajes, pude juntarme media hora y estrechar la mano con dos grandes ídolos de mi infancia: Quique Hrabina y Alfredo Graciani. El modus operandi era muy sencillo. Me sacaba una foto con los cracks, les daba la camiseta para que me la firmen y si me acordaba y quedaba tiempo les hacía dos o tres preguntas. Un papelón. Pero uno tampoco es de madera y tiene sus debilidades.

Ojo que no fue todo color de rosa. Supe de seguidores que habían armado bandos y estaban enfrentados visceralmente en el medio de una guerra que jamás entendí ni quise entender. El blog había tenido otro objetivo, claramente.

El 30 de junio de 2015 el blog Imborrable Boca subió su último posteo y apagó la luz para siempre. Se había cumplido un ciclo y por suerte ya existían para aquel entonces muchas y variadas formas de obtener información sobre las pisadas del Flaco Dykstra.

Hoy, septiembre de 2020, tras cinco años recluido en un monasterio en las cumbres del Tibet para encontrarme a mi mismo, finalmente me encontré. Y sentí la necesidad de continuar el legado de Imborrable Boca pero de otra manera. Ya no hablaré del gol del Tuta Torres en la final de la Liguilla 86 sino de cómo viví, sufrí y perdí los estribos con ese gol.

Una cosa importante que vale la pena aclarar. Lo del monasterio en las nevadas cumbres tibetanas es una forma de decir. En realidad estaba sentado cómodamente en el comedor de casa viendo Cobra Kai. Y ahí me cayó la ficha que el legado del señor Miyagi podía tomar otra forma y ser transmitido en un dojo igual al de antes pero distinto.  

Este nuevo camino no será mejor ni peor. Será diferente. Transitará otros senderos, cruzará otros bosques y nadará otros ríos, pero con las mismas  ganas y el mismo espíritu. Ejercitar la memoria boquense. Veremos como sale.

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